domingo, 30 de mayo de 2021

La agente de La Eternidad

 

Me habían cancelado el vuelo y llevaba tres horas esperando en el aeropuerto al avión en que me habían recolocado. Nunca acepto llamadas de números desconocidos en mi teléfono personal. Pero aquel día estaba muy aburrido y necesitaba hablar con alguien de cualquier cosa. La mujer que llamaba se identificó como agente de Seguros La Eternidad y dijo llamarse María.

-        ¿Tiene usted seguro de decesos? - Me dijo yendo al grano y con un tono desconcertantemente alegre.

-        Tengo seguro de vida. - Mentí.

-        Pero, ¿tiene cubierta la garantía de decesos?

-        No lo sé. ¿Qué es eso?

-        Perdone. Nos aconsejan usar un lenguaje técnico y aséptico, pero la gente no nos entiende. Seré más clara. ¿Tiene usted pagado su entierro?

-        No, eso no.

Me acordé de mis padres y su obsesión por tener en un cajón del recibidor el importe exacto por si venia “el señor de los muertos” y ellos no estaban en casa.

-        ¿Ha tenido que gestionar usted el entierro de un ser querido?

El último había sido mi padre. Mi relación con él nunca había sido buena, pero eso no se lo iba a contar a la teleoperadora.

-        Sí. Es ley de vida, ¿no?

-        ¿No le hubiese gustado encontrarse todo resuelto y dedicarse sólo a gestionar su dolor?.

-        Sí, supongo que sí.

-        ¿Le gustaría liberar a su familia de esa desagradable obligación?

Mi familia se reduce a un hijo que vive lejos. Frío y eficiente como su madre. El día que me muera estará más a gusto departiendo con el de la funeraria que recibiendo el pésame de mis pocos amigos y mis muchos compañeros de trabajo.

-        Sí.

A esa pregunta no puedes responder que no. Pero soné lo suficientemente dubitativo como para que la agente se diera cuenta de que debía cambiar de táctica.

-        ¿Es usted religioso?

-        No.

-        ¿Cree usted que hay algo después de la muerte?

-        No tengo ninguna prueba de que exista algo así.

-        El último acto en el que usted será el protagonista será su funeral. ¿No cree que tenemos derecho a escoger por nosotros mismos cómo queremos que sea nuestro último paso por la Tierra?

Aquella agente era muy buena. Había conseguido interesarme en su producto.

-        ¿Le puedo explicar las características de nuestro seguro de decesos?

-        Como comprenderá, no quiero decidir cómo será mi despedida de este mundo en una conversación telefónica. ¿Cuántos malentendidos se pueden dar?.

-        Por supuesto. Si me da una dirección de correo electrónico le envío toda la información por escrito.

Ojalá tuviésemos en mi empresa tres o cuatro agentes comerciales así.

-        Sí, tome nota.

A los cinco minutos, mi teléfono vibró. Vibra muchas veces a lo largo del día, pero supe que me avisaba de un correo electrónico de Seguros La Eternidad. Saqué el móvil del bolsillo y confirmé mi intuición. En aquel momento, anunciaron el embarque de mi vuelo. Apagué el teléfono y observe, como siempre, sorprendido, a la gente que se aceleraba para ocupar una mejor posición en una cola que le permitiría acceder a un asiento que ya tenían asignado en un avión que no se dirigiría hacia la pista de despegue hasta que hubiese subido el último pasajero.

Al día siguiente, leí la documentación que venía en el correo. Estaba bien escrita. Resultaba mucho más amena que la publicidad con que nos bombardean las compañías  de seguros normalmente. Se entendía e incitaba a planificar tu propio sepelio.

Una semana después, mi interés por mi entierro se había enfriado. Pero, de vez en cuando, me sorprendía imaginando algún detalle del mismo. La agente de La Eternidad debía de tener calculado el momento exacto en que podía insistir sobre el tema cuando ya no resultaba pesada y antes de que el cliente objetivo perdiese el interés.

-        Buenos días. Soy María. Hace una semana estuvimos hablando sobre la posibilidad de dejar planificado su funeral. Me pareció que estaba interesado.

-        Pues sí, me interesó. Pero todavia no he tomado una decisión.

-        ¿Quiere que repasemos los detalles?  Le voy preguntando, sin ningún compromiso. No estamos grabando nada. Le ayudará a resolver sus dudas.

Por primera vez, María me resultó un poco invasiva. Pero accedí.

-        Vale.

-        ¿Cómo quiere devolver su cuerpo a la naturaleza?

No entendí la pregunta y lo notó. Empezó a enumerar.

-        Enterramiento, donación a la ciencia, cremación...

-        Lo más ecológico me parece dejar my cuerpo en el campo y que se lo coman los buitres.

No captó o no quiso captar la broma. Quizás estaba haciendo un alarde del amplio abanico de servicios de su empresa.

-        En Europa no está permitido en ningún país. Deberíamos trasladar el cadaver a un estado cuyas leyes admitan este tipo de sepelio.

-        Es broma. Quiero que me incineren. De pequeño vi una película en la que enterraban a una persona viva.

-        Creo recordar que no profesaba ninguna religión. ¿Desea un funeral laico?

-        Sí.

-        ¿Desea flores?

-        Sí, pero no muchas. Algo discreto.

-        ¿Alguna preferencia?

-        Claveles. Siempre he envidiado a los portugueses, que supieron sacarse de encima la dictadura sin pegar un tiro y sin aguantar a ningún heredero del dictador.

-        ¿Qué música prefiere?

-        Algo de música clásica.

-        ¿Cuántos músicos?

-        Ninguno. Música grabada. Destrozar el réquiem de Mozart en un teclado eléctrico me parece un atentado imperdonable al buen gusto.

-        ¿Quiere escoger algún texto?

-        Sí, claro. Si le dejan escoger a mi hijo, es capaz de despedirme con alguna estupidez de Coelho.

-        ¿Qué texto quiere?

-        “Amor constante, más allá de la muerte”.  El soneto de Quevedo. Me parece la más bella blasfemia jamás escrita.

-        ¿Lo dedicamos a alguien?¿Hacemos referencia a alguien?

-        A nadie. Cuatro o cinco pensarán que lo he escogido pensando en ellas. Pero la destinataria real nunca lo escuchará.

Luego, la conversación tomó otros derroteros más prácticos y aburridos: número de recordatorios, modelo de ataúd, cátering en la vela... La verdad, todas esas cosas ya me interesaban poco y escogí lo más barato. Cuando acabamos y aplicó la tarifa, salió un precio bastante bajo.

Fue una gran idea. Estoy contento de haber escogido mi funeral y haber librado a mi hijo de ese trago. Ha quedado como yo quería. Sólo cambiaría una cosa. En mi afán por rebajar el precio, escogí la opción “fecha valle”. En funeral se debía celebrar cuando a La Eternidad tuviese menos demanda. ¡Joder! ¡Qué estrecho es este ataúd! ¡Y qué calor empieza a hacer!

viernes, 28 de mayo de 2021

La beca

 La beca.

El Director General de la empresa patrocinadora me acababa de entregar la XXXIV Beca Manufacturas Laplace para Estudios Universitarios en el Extranjero al mejor estudiante de bachillerato de mi ciudad. Allí estaban, orgullosos de mí, aplaudiéndome mis compañeros de clase, mis profesores y, en la primera fila, mi padre. Recibía feliz las felicitaciones y las palmadas en la espalda. Todos sus esfuerzos por hacer de mí un estudiante modelo habían dado resultado.

Yo también estaba feliz. Los próximos años los pasaría alejado del hombre que tantas palizas me había dado cada vez que me apartaba un poco del camino que había trazado para mí.


domingo, 23 de mayo de 2021

Europa Mon Amour - España Mon Amour.

A principios de los 90, los españoles estábamos acomplejados respecto a nuestros vecinos del norte.  La iglesia católica tenía demasiado poder para el que se supone en un estado aconfesional. El ejército estaba lleno de oficiales impresentables y reclutas obligados. El periodismo radiofónico y televisivo estaba copado por profesionales más pendientes del espectáculo que de la información. La clase política está llena de vendedores de producto sin ideología. Ramón de España publicaba sus vitriólicas críticas en El País y no dejaba títere con cabeza en estos dos libros.

Treinta años después, Ramón de España publica en Crónica Global ya no hay reclutas obligados. La crítica podía ser de rabiosa actualidad, pero los dos libros han envejecido mal.



martes, 11 de mayo de 2021

Vals y su invención.

Una sátira sobre el poder. Un gobierno incompetente es chantajeado por el poseedor de un arma sumamente destructiva. Al principio, parece que el país saldrá ganando. Pero el poder corrompe y el poder absoluto corresponde absolutamente. Así que a los cuatro días todo vuelve a estar tan mal como antes.

La traducción es infame, con algunos errores gramaticales escandalosos. Los elementos sarcásticos han perdido frescura. En resumen, un tostón. Lo compré para que  Nabokov dejara de ser un autor monolibro para mí,  pero lo sigue siendo.



domingo, 2 de mayo de 2021

La Fiesta del Chivo

Una buena novela en la que Vargas Llosa retrata el final de la dictadura trujillista en la República Dominicana. Lo hace narrando en paralelo los últimos días de Rafael Leónidas Trujillo Molina, las horas previas de los que prepararon en el atentado y el impacto brutal de la tiranía sobre una adolescente.

Por muy brutal, inteligente y fuerte que sea un tirano, para mantenerse en el poder necesita que haya suficiente gente que le apoye. Este apoyo viene de tres tipos de persona: los aprovechados, los miedosos y los fanáticos. Mejor dicho, estos son los tres factores de apoyo. En cada persona, y en cada momento, estas tres características se reparten a su manera.

Para que alguien se convierta en un tirano, necesita una masa crítica de fanáticos que crean en él. Son la base sobre la que sustenta una tiranía. Gente que cree que el tirano hará un país mejor sin haber recibido ninguna prueba.

El apoyo de los aprovechados se consigue repartiendo dádivas. El problema es que la ambición de los aprovechados es siempre creciente, más que el crecimiento económico que son capaces de generar las tiranías. Cuando ya se ha robado todo a los no afines, no puedes premiar a un aprovechado sin quitarle a otro. Cuando haces perder (dinero, poder, posición...) a un aprovechado, empiezas a perder su apoyo, pero lo puedes mantener con el miedo.

El apoyo de los miedosos se consigue con la amenaza de perder cosas: propiedades, libertad, seres queridos, la vida. Para que sea efectivo, las amenazas deben cumplirse de vez en cuando. Si no, dejan de ser creíbles. Y tienen que ser crecientes, cuando te han quitado una cosa, no te la pueden volver a quitar. Pero llega un momento en que el amedrentado ya no tiene nada que perder y, entonces, deja de tener miedo.

Todo este entramado de aprovechados y amedrentados acaba socavando el fanatismo. Llega un momento en que es imposible no ver que el tirano roba y castiga a los que no lo merecen (ni siquiera a ojos de los fanáticos).

Como una regla casi matemática, las tiranías se dirigen hacia su colapso. Este puede llegar de manera abrupta, con una revolución. O de manera ordenada, con una transición, Para que se produzca una transición, hay que gestionar los mismos factores que auparon la tiranía. Que los que tienen sigan teniendo mucho, aunque sea algo menos. Que los que no tienen tengan algo. Que los que amenazan serán los amenazados si triunfa la revolución. Que los que se pueden rebelar serán duramente castigados si no triunfa la rebelión. Que la transición es una maravilla de concordia y paz.

Mario Vargas Llosa retrata a Joaquín Balaguer como un magnífico muñidor de la transición dominicana. Cuando el país se dirigía al caos tras el atentado en el que murió Trujillo y la brutal represión indiscriminada que le sucedió, Balaguer hizo que todo el mundo tragara suficientes sapos como para encaminar el país hacia la democracia. Balaguer fue el mayor sapo que se tragó la sociedad dominicana al evolucionar de Presidente Pelele a Presidente Democrático.