viernes, 21 de febrero de 2020

Cumplimiento de condena.

Al salir de la cárcel, no me esperaba nadie. Resoplé aliviado. Habían pasado diecisiete años desde que los medios se volcaron sobre la desaparición de Sandro. Dieciséis, desde que me detuvieron por su asesinato. Quince, desde que el juez confirmó la condena que habían dictado los medios a pesar de que nunca apareció el cadáver. No quería volver a ver a los periodistas revolotear como buitres sobre mí. No quería ver al padre de Sandro azuzando a los buitres sobre mí. Durante los primeros meses en prisión, la presencia del padre de Sandro en los telediarios exigiendo penas más duras para delitos como el mío era constante. Poco a poco fue desapareciendo. Lo último que supe de él, hace ocho o nueve años, fue que lo habían expulsado del partido ultraderechista con el que llegó a ser concejal. Parecía que el padre de Sandro se había olvidado de mí, que la prensa se había olvidado de mí, que la sociedad se había olvidado de mi. Era lo mejor que me podía pasar para reiniciar mi vida en libertad. Pero no me convencí hasta que salí a la explanada vacía a la puerta de la cárcel.
En el autobús que me llevó a la capital, nadie se sentó a mi lado. Habían visto dónde había subido. Sin embargo, al apearme, dejé de sentirme observado. Me vi reflejado en un escaparate. No tenía mala pinta. Podía inspirar tanta confianza como cualquiera de los otros transeúntes. Fui a una biblioteca para sacar un billete a Amsterdam por internet.
Al día siguiente, volé. Solo al llegar a mi destino, saqué la tarjeta de la cartera para confirmar la dirección. Lutmastraat 17. Llamé al número que tenía apuntado.
- ¿Ya has llegado?
- Sí.
- Estoy ahí en cinco minutos.
Cuando llegó nos abrazamos. Un largo abrazo.
- Muchas gracias por no haber dicho nada todo este tiempo.
- Te prometí que no lo haría.
Volví a abrazarlo e intenté besarle. Me apartó.
- Mi vida ha cambiado mucho. Ya no hay sitio para ti, así.
- Mi vida ha cambiado más. Se ha jodido por completo.
- Seguirás recibiendo un ingreso cada mes. Fuiste muy generoso y yo también lo seré.
Me di media vuelta y empecé a alejarme.
- Siempre te estaré agradecido. - Me gritó. - Sabes que no podía vivir un minuto más con el hijo de puta de mi padre.
- Vete a la mierda, Sandro. Y no te olvides ningún mes de pagarme.

sábado, 8 de febrero de 2020

1Q84

Hace pocos años, todo el mundo hablaba de Haruki Murakami. Tengo que leerlo, tengo que leerlo... pero no lo he leído hasta ahora. Tenía que haberlo hecho antes. He empezado por 1Q84. Dos historias, aparentemente independientes y algo anodinas. Una, tirando a truculenta. La otra, más bien costumbrista. Poco a poco, van apareciendo pinceladas que permiten atisbar que ambas historias tiene algo en común. Poco a poco, las dos historias se van adentrando en la fantasía. He acabado enganchado a las peripecias de Tengo y Aomame. El ebook que compré contenía los libros 1 y 2. Ahora descansaré. Han sido seiscientas páginas muy intensas. Pero, cuando acabe el próximo libro, me pondré con el libro 3.