El arte del asesino.

Ya empezamos mal. El título original es Den Döende Dandyn (El dandi moribundo). Por alguna razón que se me escapa, el editor decidió restar importancia al título del cuadro, un elemento fundamental en la trama. Escogió en su lugar, para la edición española, un título que nada aporta: ni el asesino es artista ni sus crímenes tienen refinamiento alguno.
El primer cadáver es el del dueño de una galería de éxito. Cuando los polis empiezan a remover ese glamouroso mundo, descubren que la sofisticación y el buen gusto esconden una realidad sórdida y despiadada.
Creo que si esta novela la hubiese escrito un húngaro, por ejemplo, no se hubiese publicado en España. Pero el boom de la novela negra escandinava nos ha traído obras como ésta, que, sin ser mala, tampoco es imprescindible.

Dopaje.

- Hace un año me hiciste una pócima de amor.
- Mis pócimas ayudan, pero no son infalibles. No se admiten reclamaciones.
La meiga parecía poco interesada en seguir la conversación.
- No, si el brebaje funcionó. En la romería de San Amaro la invité a bailar y... mañana nos casamos.
- Felicidades.
Respondió con el mismo desdén.
- Pero ahora no sé si solo me quiere por la pócima. Necesito saber si su amor es verdadero. ¿Puedo deshacer el efecto del bebedizo?
Solo entonces levantó sus ojos de lo que andaba trajinando y me miró socarrona.
- ¿Estás seguro?

El general en su laberinto.

El premio Nobel narra los últimos días de Simón Bolívar. Un retrato muy amargo del héroe sudamericano. Minadas su salud por la tuberculosis y su gloria por sus compañeros de armas, el general se despide de la vida con la sensación de haber quedado muy lejos de su objetivo. La independencia era para él una herramienta para conseguir una república americana unida que nunca llegó.
Una novela más cercana al García Márquez periodista que al García Márquez fabulador.