viernes, 16 de septiembre de 2022

Llueve.

 Llueve.

Esta mañana, cuando te has levantado, no has puesto la radio, como haces siempre. O, quizás sí la has puesto, pero no la has escuchado. Todavía era de noche y tampoco has podido ver si el cielo estaba nublado. No te has enterado de que hacia media mañana llovería y has salido de casa sin paraguas.

Esta mañana, cuando te has levantado, tenías miedo. Hace ya unos meses, recibiste los resultados de la revisión médica del trabajo. En el apartado del análisis de sangre, había varios asteriscos. Hasta este año, el informe venía con un solo asterisco, el del colesterol. Decidiste que esta vez harías caso a la frase final que recomendaba visitar a tu médico de cabecera.

Te dieron hora para varias semanas después. La víspera, desayunando, cuando informaste a tus compañeros de que mañana llegarías tarde, te dijeron por primera vez:

  • Ya verás, no será nada.

Has escuchado esa frase un montón de veces. Al principio, te animaba algo. Ahora te irrita. Hasta has fantaseado con comprarte una taza con esa frase y colgar un vídeo en Instagram en el que la rompías contra el suelo. No lo has hecho. No te gusta llamar la atención.

La médica de cabecera leyó el informe. Te fijaste en su expresión corporal para intentar saber si le parecía preocupante o no. Cada mes debía de leer decenas de informes parecidos y el tuyo no le afectó.

  • Pediremos unos análisis más específicos.

Saliste del ambulatorio con una cita para sacarte sangre una semana después y volver a ver a la doctora al cabo de una semana más.

Siempre te ha costado explicar a los demás lo que te pasa. Solo tus compañeros supieron que algo te ocurría porque tuviste que faltar al trabajo. Cada vez que informabas de que al día siguiente llegarías tarde, alguien acababa diciendo que ya verías, que no sería nada.

Pues no iba a ser nada, pero de la consulta de la médica de cabecera, saliste con una cita para el especialista.

Siguió la espiral de pruebas diagnósticas y siguió la espiral de tu estado de ánimo: inquietud, nervios, preocupación y miedo. Esta mañana ya tenías miedo. Durante el trayecto en autobús, no has mirado ni una vez a las nubes que se estaban formando y no has pensado que acabarías necesitando un paraguas. Cuando has llegado a la consulta de oncología, el miedo ya se había convertido en pánico.

El médico ha ido al grano.

  • Lamento decirte que el resultado del último test ha dado positivo.

Ha seguido hablando, pero has dejado de escuchar cuando has escuchado “Lamento”. El médico sabe que los pacientes no atienden a la información que les dan en estas situaciones. Te ha ido dando unos folletos en los que iba subrayando números de teléfono y direcciones URL. Para que te informes con calma, cuando llegue la calma.

El miedo ha desaparecido. El miedo es hijo de la incertidumbre, y ahora ya tienes certezas. Ya no tienes miedo que sea algo malo, ya sabes que es algo malo. Ahora te domina el estupor.

Sales a la calle.

Y llueve.

Y, encima, llueve.

Y no llevas paraguas. Te preguntas si dijeron que llovería.