lunes, 6 de enero de 2025

Toque de queda

En 1981, Ramón J. Sender le estaba viendo las orejas al lobo y acabó de escribir Toque de queda, un libro de aforismos.

- ¿Qué es un aforismo?

- El aforismo es texto breve, de una o dos frases. Se diferencia del refrán en que el aforismo tiene autor y el refrán es un hospiciano sin padre ni madre conocidos. Tampoco es una cita, puesto que una cita forma parte de un discurso o texto más extenso.

- Ah, estás hablando de un tuit.

- Pues en 1981no existía Twitter, pero, si: un aforismo es como un tuit.

Como en Twitter, en Toque de Queda, he encontrado aforismos brillantes, simpáticos, insustanciales para mí o ininteligibles. Lo que no contiene es aforismos tontos o de mala fe. Por fortuna, tampoco son interactivos, y no aparece ningún hater, ni bot, ni ningún espécimen de esa calaña.

No sé abandonar el ejemplar a su suerte o quedármelo. Sería divertido usarlo para buscar respuestas a tuits actuales que me llamen la atención.



sábado, 14 de diciembre de 2024

La gárgola de Otín


Esteban Navarro Soriano es ex-policía y escritor, un prolífico escritor. Empezó con la novela negra, pero en La gárgola de Otín hace una incursión en el realismo mágico. Como en otras novelas del autor, la historia me resulta interesante y la lectura amena. Aunque tengo la sensación de que Navarro escribe demasiado deprisa, o no revisa lo suficiente las novelas antes de publicarlas. Algunos errores semánticos o gramaticales abonan esta sospecha. No sé qué es un libro intrínseco, quizás se refiere a un libro intrincado.

La novela narra la historia de un escritor al que las musas han abandonado y pretende reencotrarlas recluyéndose en un pueblo abandonado. Poco a poco, se van añadiendo habitantes creando una microsociedad ideal.

A pesar de esos defectillos, si tienes kindle con Amazon Prime y un tiempo muerto imprevisto, te recomiendo la novela. Está gratis en Prime Reading y el tiempo muerto será más entretenido





jueves, 5 de diciembre de 2024

Las tribulaciones de Wilt

A finales de los 70 y principios de los 80, Tom Sharpe partía la pana con sus novelas de humor. Yo, lector de ediciones de bolsillo y colecciones económicas, lo descubría a principios de los 90. Me reía mucho, a carcajada limpia, en el tren, cuando volvía del trabajo a casa. Las aventuras del antihéroe Wilt me resultaban hilarantes. Un humor sarcástico y corrosivo que retrataba, supongo que fielmente, la sociedad británica de la época. Digo que supongo que el retrato era fiel porque, aunque nunca viví en Gran Bretaña, todos los arquetipos de los que se ríe Sharpe llegaron también aquí: el fascista ignorante y miedoso, el militante antifascista que resulta más intolerante que el fascista que combate, el ecologista que consume patatas cultivadas a miles de kilómetros porque allí se cultivaron ecológicamente, el profesor que quizás algún día tuvo algo de vocación, el policía torpe que puede ser el fascista en encabeza esta enumeración...

Treinta años después, ya no me he reído. No sé si el libro ha envejecido mal o yo he envejecido peor.



domingo, 10 de noviembre de 2024

El año que desapareció la arena.

Los malditos prejuicios. Esta novela me habría gustado más sin mis malditos prejuicios. Leemos ficción y asumimos que lo que estamos leyendo no sucedió en realidad. Sin embargo, estamos acostumbrados a que el marco en el que transcurre la historia sí sea cierto. Y, cuando no lo es, encasillamos la novela en un género: "fantástica", si no rigen las leyes de la ciencia; "ciencia ficción", si todavía no ha llegado el momento que viven los protagonistas, "ucronía", si el autor decide modificar un hecho relevante de la historia. Hasta dedicamos un elogio al autor si el escenario se parece mucho a la realidad, "está muy bien documentado".

"El año que desapareció la arena" está ambientado en la Barcelona preolímpica. Aquella Barcelona que prometió, y en buena medida consiguió, dejar atrás los últimos ramalazos del subdesarrollo franquista. La que se convirtió en un atractivo turístico que hoy se ha salido de madre. En aquella Barcelona, casi todos esperábamos salir ganando, pero un pequeño colectivo tenía miedo a perder su medio de sustento: los dueños de los chiringuitos de la Barceloneta. De eso va la novela, de aquellos hosteleros a los que la gloria olímpica les demolería sus pequeños restaurantes.

El pequeño detalle que me ha molestado a lo largo de todas las páginas es que la hija del protagonista juega a waterpolo, milita en el equipo del barrio, es internacional y juega con la selección una final (no queda claro si europea o mundial). Su ilusión es disputar un año después los Juegos Olímpicos. Pues bien, el Atlètic Barceloneta no tuvo equipo femenino hasta 2017, la selección española femenina no participó en un europeo hasta 1993, en un mundial hasta 1998, no asomó por los podios hasta 2008 y no hubo competición femenina en los juegos olímpicos hasta la edición de 2000 en Sidney. Estas chorradas me distraían de la ficción hasta que llegué al final y el inesperado desenlace me recordó que estaba leyendo el fruto de la imaginación del autor.




sábado, 12 de octubre de 2024

El Jarama

"Cosa frecuente es esa en los madrileños, de puro desquiciados para la fiesta. Tienen más accidentes en las diversiones, que no por causa del trabajo. Más muertes hacen las fiestas que los días de labor. Así es como las gastan los madrileños".

Un grupo de jóvenes madrileños huye del calor y el aburrimiento de la capital en verano. En su destino de diversión, avasallan al personal de hostelería, acaparan los establecimientos y la imprudencia en el entorno natural llega a provocar un accidente.

Podría estar narrando una anécdota más de #fodechinchos de las muchas que se han  hecho virales este verano, pero estoy resumiendo el argumento de El Jarama. Una novela publicada hace casi 70 años. En su momento, fue rompedora. Algo parecido a lo que supuso Historias del Kronen en los 90. 

En aquellos momentos, a mediados de los 50 del siglo pasado, en España estaban cambiando muchas cosas. Quizás, la más radical era que se estaba abriendo definitivamente la brecha entre lo rural y lo urbano. Hasta ese momento, los pobres vivían tan mal en la gran ciudad como en el pueblo. En los cincuenta, la economía de las clases populares empieza a mejorar algo más rápido en las ciudades que en el campo. Y eso provoca que las ciudades resulten más divertidas que los pueblos. Los capitalinos pobres empiezan a practicar un incipiente turismo dominguero. Al llegar a los pueblos,  se sienten más ricos, más listos, más modernos que los pueblerinos. Pueblerinos empieza a ser un insulto.






domingo, 1 de septiembre de 2024

El niño.

En la cuenta corriente de Fernando Aramburu hay un antes y un después de Patria. Todo lo que publica desde entonces se convierte en éxito. ¿Escribe mejor que antes? Pues no lo sé, eso es subjetivo. Pero seguro que, gracias al éxito de Patria, puede dedicarse menos a tareas ajenas a la escritura.

En El niño, Fernando Aramburu hace una pirueta estilística. La novela nos habla, algunos capítulos son algo parecido a las notas de los traductores, o de los editores, o de los autores; pero más largos. Al llegar al primero de estos capítulos, el ejercicio me ha rechinado un poco. Me parecía un recurso más adecuado para el humor que para el drama. Pero, tras la sorpresa inicial, me ha parecido que se integra perfectamente en la obra.

La novela se ambienta en la explosión del colegio en Ortuella en 1980. Se centra en el efecto devastador en una familia del drama colectivo. Como esos terremotos que dañan más a las casas con deficiencias ocultas previas, la familia de Nuco es la más afectada por la tragedia.



viernes, 23 de agosto de 2024

El año en que nació el demonio.

En la sociedad actual, vivimos pendientes de las etiquetas. Quizás siempre hemos vivido así, en el siglo XVIII ya se inventaron la taxonomía para colgar etiquetas a los seres vivos y tenerlos clasificados. Yo, que trabajo con bases de datos y me paso el horario laboral asignando valores a los campos de unos registros, estoy especialmente contaminad por esa visión del mundo. Así que, cuando empiezo a leer un libro, lo primero que hago instintivamente es clasificarlo.

En las primeras líneas de El año en que nació el demonio, el protagonista se nos presenta como alguacil de la inquisición que informa sobre la vida de Santa Rosa de Lima(#histórica). Bien pronto aparece un cadáver con signos evidentes de violencia. El alguacil debe buscar al culpable (#negra). A pesar de su pomposo título, Alguacil del Tribunal del Santo Oficio, el protagonista no es más que un pobre hombre pobre que llegó hasta ese puesto buscando  una manera no demasiado fatigosa de llevarse un plato de comida a la boca. A lo largo de la novela, irá cambiando de actividad, no me atrevo a llamarlo oficio, con el mismo modesto objetivo y con el mismo magro éxito (#picaresca).

Las etiquetas son útiles para hacerte una idea previa de qué va la novela, pero no sirven de nada para saber cómo es el libro. Santa Rosa de Lima es un personaje secundario algo más importante que los demás. El enigma que de verdad tiene obsesionado a Alonso Morales no tiene nada que ver con el asesinato. El pícaro acaba tomando más decisiones guiado por el amor que por el hambre.

Como hizo con Félix Chacaltana, Santiago Roncagliolo vuelve a utilizar a un personaje no muy espabilado para explicarnos muy bien una historia, independientemente del género. Que al final es lo que importa, ¿no?