Parafraseando a Tolstoi, cada familia feliz lo es a su manera, pero todas las familias felices... mienten. La novela empieza con una familia de clase media que vive demasiado cerca de familias de clase alta como para no envidiarlas. Y las envidian dolorosamente. Enfrente, la familia perfecta: éxito profesional, guapos, una casa preciosa... Y, para acabar de joder, amables y nada clasistas. Los hijos de ambas familias juegan en el mismo equipo de fútbol. Los Liegean no solo divisan la familia perfecta, se sumergen en ella y no pueden odiarlos. Son tan amables que sólo pueden envidiarlos. Los Bran tienen hasta mejores fantasías sexuales que los Liegean.
Pronto aparecen las primeras pistas de que no todo es tan idílico en la familia perfecta. El lector empieza a sospechar que Arpad Braun tiene un lado oscuro, quizás no tan oscuro como Ripley, pero hay algo no del todo legal. Poco a poco, Dicker nos va descubriendo cartas para que intuyamos cosas. Algunas de nuestras sospechas se confirman, pero otras pistas resultan falsas. De sorpresa en sorpresa, la novela avanza a un ritmo trepidante. Yo me habría bajado cincuenta páginas y tres giros de guion antes. Pero admito que e
sta historia tiene todos los ingredientes para ser un exitazo.
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