"Cosa frecuente es esa en los madrileños, de puro desquiciados para la fiesta. Tienen más accidentes en las diversiones, que no por causa del trabajo. Más muertes hacen las fiestas que los días de labor. Así es como las gastan los madrileños".
Un grupo de jóvenes madrileños huye del calor y el aburrimiento de la capital en verano. En su destino de diversión, avasallan al personal de hostelería, acaparan los establecimientos y la imprudencia en el entorno natural llega a provocar un accidente.
Podría estar narrando una anécdota más de #fodechinchos de las muchas que se han hecho virales este verano, pero estoy resumiendo el argumento de El Jarama. Una novela publicada hace casi 70 años. En su momento, fue rompedora. Algo parecido a lo que supuso Historias del Kronen en los 90.
En aquellos momentos, a mediados de los 50 del siglo pasado, en España estaban cambiando muchas cosas. Quizás, la más radical era que se estaba abriendo definitivamente la brecha entre lo rural y lo urbano. Hasta ese momento, los pobres vivían tan mal en la gran ciudad como en el pueblo. En los cincuenta, la economía de las clases populares empieza a mejorar algo más rápido en las ciudades que en el campo. Y eso provoca que las ciudades resulten más divertidas que los pueblos. Los capitalinos pobres empiezan a practicar un incipiente turismo dominguero. Al llegar a los pueblos, se sienten más ricos, más listos, más modernos que los pueblerinos. Pueblerinos empieza a ser un insulto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario