Ripley ya ha conseguido hacerse rico gracias al asesinato de Dickie Greenleaf, pero mantener el nivel de vida de su nuevo estatus social requiere pasta, mucha pasta. Convence a un pintor para que suplante a un colega fallecido y seguir vendiendo cuadros. Hasta que un comprador sospecha que algunos cuadros son falsificaciones.
Las peripecias de Ripley para convencer al mundo de que el pintor no ha muerto y sigue pintando son poco verosímiles. Pero no voy a insistir mucho en ello, que a los que no logra convencer, se los carga.
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