viernes, 29 de agosto de 2014

La prueba del laberinto.

Fernando Sánchez Dragó escribe bien. Su prosa es chispeante. Empiezas a leer la novela y vas devorando páginas. Hasta que, como con los lambruscos malos, te das cuenta de las chispeantes burbujas esconden un vino o una novela insípida. Una argamasa de filosofías y religiones orientales mal digeridas.

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