Solté
la bomba, y el juicio dejó de interesarme.
Durante
semanas, el abogado defensor ha mostrado al acusado como un
encantador muchacho de clase media con un futuro muy prometedor: sus
amables padres, sus éxitos deportivos, su magnífico expediente
académico.
El
fiscal y mi abogada han revivido para el jurado mi violación. He
vuelto a sentir el miedo, el dolor, el asco.
Hace dos
días, mi abogada me preguntó.
- ¿Reconoce al acusado?
- No estoy segura.
Han
dictado sentencia. Inocente. Pasa a mi lado, me sonríe y guiña un
ojo.
Aguanto
la mirada con calma y frialdad. Con la calma y frialdad que dan saber
dónde puedes encontrar a tu violador y tener una pistola en casa.